Lengua y Literatura
4to AÑO
Actividad 3 /
act 3
La peste (fragmento)
Por:
Albert Camus
A partir de ese momento, se puede decir que la
peste fue nuestro único asunto. Hasta entonces, a pesar de la sorpresa y la inquietud que
habían causado aquellos acontecimientos singulares, cada uno de nuestros
conciudadanos había continuado sus ocupaciones, como había podido, en su puesto
habitual. Y, sin duda, esto debía continuar. Pero una vez cerradas las puertas,
se dieron cuenta de que estaban, y el narrador también, cogidos en la misma red
y que había que arreglárselas. Así fue que, por ejemplo, un sentimiento tan
individual como es el de la separación de un ser querido se convirtió de
pronto, desde las primeras semanas, mezclado a aquel miedo, en el sufrimiento
principal de todo un pueblo durante aquel largo exilio.
Una de las consecuencias más notables de la
clausura de las puertas fue, en efecto, la súbita separación en que quedaron
algunos seres que no estaban preparados para ello. Madres e hijos,
esposos, amantes que habían creído aceptar días antes una separación temporal,
que se habían abrazado en la estación sin más que dos o tres recomendaciones,
seguros de volverse a ver pocos días o pocas semanas más tarde, sumidos en la
estúpida confianza humana, apenas distraídos por la partida de sus
preocupaciones habituales, se vieron de pronto separados, sin recursos,
impedidos de reunirse o de comunicarse. Pues la clausura se había efectuado
horas antes de publicarse la orden de la prefectura y, naturalmente, era
imposible tomar en consideración los casos particulares. Se puede decir que esta invasión
brutal de la enfermedad tuvo como primer efecto el obligar a nuestros
conciudadanos a obrar como si no tuvieran sentimientos individuales.
Desde las primeras horas del día en que la orden entró en vigor, la prefectura
fue asaltada por una multitud de demandantes que por teléfono o ante los
funcionarios exponían situaciones, todas igualmente interesantes y, al mismo
tiempo, igualmente imposibles de examinar. En realidad, fueron necesarios muchos días para que nos
diésemos cuenta de que nos encontrábamos en una situación sin compromisos
posibles y que las palabras “transigir”, “favor”, “excepción” ya no tenían
sentido.
Hasta la
pequeña satisfacción de escribir nos fue negada. Por una parte, la ciudad no
estaba ligada al resto del país por los medios de comunicación habituales, y
por otra, una nueva disposición prohibió toda correspondencia para evitar que las cartas pudieran ser
vehículo de infección. Al principio, hubo privilegiados que pudieron
entenderse en las puertas de la ciudad con algunos centinelas de los puestos de
guardia, quienes consintieron en hacer pasar mensajes al exterior. Esto era
todavía en los primeros días de la epidemia y los guardias encontraban natural
ceder a los movimientos de compasión. Pero al poco tiempo, cuando los mismos
guardias estuvieron bien persuadidos de la gravedad de la situación, se negaron
a cargar con responsabilidades cuyo alcance no podían prever. Las
comunicaciones telefónicas interurbanas, autorizadas al principio, ocasionaron
tales trastornos en las cabinas públicas y en las líneas, que fueron totalmente
suspendidas durante unos días y, después, severamente limitadas a lo que se
llamaba casos de urgencia, tales como una muerte, un nacimiento o un
matrimonio. Los telegramas llegaron a ser nuestro único recurso. Seres ligados
por la inteligencia, por el corazón o por la carne fueron reducidos a buscar
los signos de esta antigua comunión en las mayúsculas de un despacho de diez
palabras. Y como las fórmulas que se pueden emplear en un telegrama se agotan
pronto, largas vidas en común o dolorosas pasiones se resumieron rápidamente en
un intercambio periódico de fórmulas establecidas tales como: “Sigo bien.
Cuídate. Cariños.”
Algunos se obstinaban en
escribir e imaginaban sin cesar combinaciones para comunicarse con el exterior,
que siempre terminaban por resultar ilusorias. Sin embargo, aunque algunos de
los medios que habíamos ideado diesen resultado, nunca supimos nada porque no
recibimos respuesta. Durante semanas estuvimos reducidos a recomenzar la misma
carta, a copiar los mismos informes y las mismas llamadas, hasta que al fin las
palabras que habían salido sangrantes de nuestro corazón quedaban vacías de
sentido. Entonces, escribíamos maquinalmente haciendo por dar, mediante frases
muertas, signos de nuestra difícil vida. Y para terminar, a este monólogo
estéril y obstinado, a esta conversación árida con un muro, nos parecía
preferible la llamada convencional del telégrafo.
Al cabo de unos cuantos días, cuando llegó a ser evidente que no conseguiría nadie salir de la ciudad, tuvimos la idea de preguntar si la vuelta de los que estaban fuera sería autorizada. Después de unos días de reflexión la prefectura respondió afirmativamente. Pero señaló muy bien que los repatriados no podrían en ningún caso volver a irse, y que si eran libres de entrar no lo serían de salir.
Al cabo de unos cuantos días, cuando llegó a ser evidente que no conseguiría nadie salir de la ciudad, tuvimos la idea de preguntar si la vuelta de los que estaban fuera sería autorizada. Después de unos días de reflexión la prefectura respondió afirmativamente. Pero señaló muy bien que los repatriados no podrían en ningún caso volver a irse, y que si eran libres de entrar no lo serían de salir.
(…)En otras
circunstancias, por lo demás, nuestros conciudadanos siempre habrían encontrado
una solución en una vida más exterior y más activa. Pero la peste los dejaba, al mismo tiempo,
ociosos, reducidos a dar vueltas a la ciudad mortecina y entregados un día tras
otro a los juegos decepcionantes del recuerdo, puesto que en sus paseos
sin meta se veían obligados a hacer todos los días el mismo camino, que, en una
ciudad tan pequeña, casi siempre era aquel que en otra época habían recorrido
con el ausente.Así, pues,
lo primero que la peste trajo a nuestros conciudadanos fue el exilio.
Consignas:
Responde el siguiente
cuestionario:
1.
Una vez realizada la lectura, explicá de qué manera lo que expresa el texto
tiene una estrecha relación con las circunstancias que estamos atravesando en
la actualidad.
2.
¿Cuáles serían las diferencias en cuanto a la forma de comunicarse que menciona
el texto y las de la actualidad? ¿Qué ventajas y desventajas tienen ambas según
tu criterio?
3.
Explicá las expresiones resaltadas en el texto y escribí algunos ejemplos
relacionados con las mismas.
4. Escribí
una reflexión breve sobre lo leído, la situación actual y la forma en que esas
circunstancias afectan a las personas, pero en cierta forma benefician al
planeta.
5.
Buscá textos relacionados con la misma temática (poemas, fragmentos de novela,
textos argumentativos) y explicá la
relación de ese texto seleccionado con este tema.
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